jueves, 12 de diciembre de 2013

Competencias argumentativas

Con enorme frecuencia los individuos tenemos que recurrir a argumentos, a ideas para ratificar lo dicho y para sustentar lo afirmado, con el objeto de convencer a quien los está escuchando de la justeza de sus afirmaciones. Las ideas hay que argumentarlas, de lo contrario no pasarían de ser opiniones. Esta es, por tanto, la función principal de los argumentos: darle sustento a una idea central, darle soporte. Quien argumenta, sustenta, justifica o apoya una idea; y para hacerlo, deberá encontrar causas, pruebas o razones que ratifiquen su idea. Para pensar en los argumentos hay que tener en mente ideas que le dan fuerza a los enunciados centrales o macroproposiciones, que ofrezcan razones o pruebas en apoyo a la idea central que se ha formulado. Los argumentos, por lo tanto justifican, sustentan y ratifican lo dicho. Debido a ello podemos afirmar que los argumentos son proposiciones que tienen como función esencial sustentar y apoyar lo afirmado en la tesis, para, de esta manera, darle fuerza a las posturas personales, sociales o institucionales. Así mismo, los argumentos cumplen con otra función principal: Son esenciales en la vida para poder indagar y evaluar las distintas opciones con el fin de elegir la mejor de ellas. Es por ello que, como práctica social, la argumentación implica una forma específica de interacción ante la presencia de una discrepancia o un conflicto. En este sentido, se argumenta porque es necesario resolver la contradicción o la discrepancia. De otro lado, los argumentos son requeridos para convencer auditorios de la conveniencia o justeza de una posición o tesis, para producir o acrecentar la adhesión de un auditorio a las tesis que se presentan a su asentimiento. En la filosofía es Kant quien distingue entre persuasión y convicción, indicando que la primera es más subjetiva, emotiva y personal, en tanto en la segunda es mayor el papel del convencimiento propiamente racional. En este último sentido, se podría hablar de una finalidad persuasiva y de otra de convencimiento. Según lo anterior, los argumentos cumplen con tres funciones primordiales: Sustentar (encontrar causas, pruebas o razones que ratifiquen una idea), convencer auditorios de la conveniencia o justeza de una posición o tesis con el fin de ganar adeptos, evaluar (permitir indagar y evaluar las distintas alternativas con el fin de elegir la mejor). En términos generales, los conocimientos específicos no requieren argumentarse, sino simplemente aprenderse e incorporarse; en cambio, las proposiciones y los conceptos sí requieren argumentos, ya que las proposiciones son ideas que necesariamente involucran la contradicción y el conflicto. Es muy importante en la vida de una escuela que quiera ser contemporánea trabajar por un muy buen nivel en el desarrollo de la capacidad argumentativa de sus estudiantes.

Saber hablar

La comunicación lingüística es el motor de las relaciones interpersonales, sociales, económicas y profesionales. Sin duda, del buen o mal uso del lenguaje dependen muchos éxitos o fracasos en todos esos ámbitos. Y actualmente más que nunca, en este tiempo de la comunicación y del conocimiento globales, favorecido por el desarrollo científico y tecnológico, los grandes movimientos migratorios, la internacionalización de las relaciones entre los pueblos y de todas las organizaciones económicas, profesionales, culturales, educativas, se impone el dominio de la palabra. El saber hablar siempre se ha entendido como un elemento diferenciador de clases, una señal de poder socioeconómico, de prestigio sociocultural, de buena educación, cuando no de tolerancia, como uno de los aspectos fundamentales de eso que llamamos saber estar y, sobre todo, somos conscientes de que quien sabe hablar obtiene, además de reconocimiento social, otro tipo de beneficios. Además, ante la extrema profesionalización del mercado de trabajo, el uso del lenguaje, el modo de hablar es una vara para medir la profesionalidad del individuo en su actividad laboral.
Y esta capacitación lingüística ha de ser también intercultural. El hombre actual ha de integrarse en un mundo cada vez, nías interdependiente. Las relaciones con otros individuos, grupos y organizaciones se hacen cada vez más complejas y, en gran medida, la eficiencia en el uso del lenguaje puede facilitarle dicha integración. Si nos vemos obligados a comunicarnos globalmente a pesar de la diversidad cultural, se entenderá la importancia que el conocimiento de dicha diversidad tiene también para el éxito de la comunicación. La capacitación o competencia comunicativa es la base para saber hablar bien en este universo global. Sólo cuando el hombre logra esta competencia comunicativa es capaz de comunicarse óptimamente. Para hablar bien se necesita un entrenamiento y un ensayo continuos.
Los recursos retóricos son habilidades de argumentación que se manifiestan de modo más o menos consciente, en cualquier acto de hablar, ya que todo discurso hablado o escrito tiene una intención, se dirige a alguien con un fin que ha de negociarse. La argumentación y la retórica, por tanto, están presentes en todo discurso. En todos los casos la función persuasiva es motor fundamental de quien habla. Así pues, saber hablar es ser cada vez más consciente de la existencia de los mecanismos y tácticas lingüísticas de persuasión, saber hablar bien es llegar a adquirir esas habilidades argumentativas y ponerlas en práctica. Saber hablar es ser capaz de enfrentarse verbal y extraverbalmente no sólo ante un público poco activo; es también y, sobre todo, saber preparar y saber ejecutar los discursos ante cualquier oyente o grupo de oyentes con los que se pretende interactuar. El modo de hablar, el discurso —recuérdese que discurso se entiende aquí de modo amplio como expresión hablada o escrita— variará según ese público, según las características del otro, de acuerdo con el grado de participación que tenga en la interacción y, por supuesto, según los fines y otros aspectos o circunstancias que iremos notando más adelante. Todos los hablantes pertenecientes a una comunidad discursiva, entendida ésta como el conjunto de individuos que practican un género discursivo, por ejemplo, los docentes en el caso del discurso académico, los comerciantes en el caso del mundo económico, etc., saben que existen conductas y estrategias comunes, pero también que éstas pueden variar según los alumnos y clientes, el tipo de clases o ventas, los temas o productos, el nivel de enseñanza y el nivel socioeconómico y cultural de los alumnos y clientes, su edad, el sexo, el lugar donde se desarrolla la enseñanza o la actividad comercial, incluida la zona, el barrio, además de las diferencias derivadas del estilo propio del docente y del vendedor. Saber hablar no es sólo llegar a articular sonidos de modo más o menos coherente. Toda persona, sin problemas físicos, adquiere primero y aprende después el lenguaje. Adquiere un modo de comunicación primario gracias al contacto con otros individuos de una misma comunidad, llega a reproducirlo, a hacerse entender y a entender lo que otros miembros de esa comunidad lingüística expresan. Ahora bien éste es un modo primigenio, primitivo, si se nos permite, de comunicarse, de saber hablar. La adquisición ha de ir acompañada de un aprendizaje a través de la educación del habla. Luego, el saber comunicarse mejor o peor es proporcional al grado de aprendizaje de técnicas específicas para hablar en público, para interactuar con otros, sean éstos conocidos o desconocidos, así como también, no hay que olvidarlo, al hábito personal de practicar a menudo la lectura y la escritura. Como venimos señalando las técnicas para desarrollar correcta y adecuadamente cualquier actividad se aprenden, también la comunicativa. Ciertamente, así es, saber hablar es una actividad natural, además de una cualidad intrínseca, esencial y común al ser humano, pero hacerlo bien requiere de la educación del habla; el habla se moldea mediante procesos de aprendizaje de técnicas diferentes y sólo a través de éstos se llega a ser un buen hablante u orador.

Hoy más que nunca saber hablar bien es una necesidad. Poco a poco desde las universidades se comienzan a potenciar —ya era hora— los cursos de retórica y oratoria, de mediación lingüística. Hay quien lo ha tenido bastante más claro, por ejemplo el mundo empresarial. 

La vida cotidiana como recurso didáctico Hacia una escuela más auténtica

Enseñar y aprender son actividades problemáticas. Pasamos muchos años asistiendo a la escuela, y sabemos, podemos hacer o resolver, mucho menos de lo que parecería razonable esperar. Por otra parte, existe una sensación de disconformidad respecto de la escuela, compartida por padres, alumnos, empresarios y docentes, según vienen mostrando distintas investigaciones realizadas desde mediados de los 80. La mayoría de los chicos entra a la escuela para salir. Por otro lado, sólo el alumno puede decidir aprender: si no tiene interés, no aprende. Y muchos de los chicos no están interesados porque perciben que lo que hacen en la escuela es artificial, que está alejado de su realidad. Así uno de los obstáculos al interés de los alumnos son las propias actividades escolares, si es que son percibidas como artificiales, desvinculadas de la realidad.
Enseñar representa una oportunidad única e irremplazable. La sociedad reserva el tiempo de escuela para que los chicos tengan "dedicación exclusiva" para aprender: no tendrán otra situación en la que puedan equivocarse, experimentar y divertirse mientras construyen sus aprendizajes. Por lo tanto, educar implica tener la fantasía de una sociedad mejor, y tener la posibilidad de hacer algo al respecto. No nos referimos a las grandes revoluciones, ni a cambios a nivel planetario. "Sólo" al hecho de tener la oportunidad de liderar durante muchas horas por semana -con toda la autoridad que la misma escuela otorga- a un grupo de chicos ávidos de modelos y de aprendizajes. De esta manera, el "premio" que nos trae esta perspectiva de la enseñanza se relaciona primariamente con la pasión -lograr una clase apasionante, tanto para nuestros alumnos como para nosotros mismos- y, luego, con la satisfacción que brinda una práctica profesional bien cumplida. Sin embargo, sería ingenuo pensar que para cambiar alcanza con pensar y formular buenos deseos. Es necesario estar atentos a las complejidades que implica enseñar y aprender en la escuela, para decidir dónde y cómo intervenir para modificarlas.
No todo lo que ocurre en una clase depende del docente, ni mucho menos. Sin embargo, su actitud y sus decisiones tienen mucho que ver con las características que finalmente tengan las horas que pase junto a sus alumnos. O sea, la clase que ofrezca un docente a sus alumnos estará determinada por los cinco factores que detallamos a continuación y que, lejos de ser independientes, tienen múltiples vinculaciones entre sí. Sin embargo, influyen -en mayor o menor medida- según la importancia que le asigne el docente a cada uno (a partir de su historia, sus saberes, sus preferencias, su personalidad, etc.) tanto en el momento de planificación como en el aula. Estos cinco factores son: La sociedad y la cultura en la que está inserta (la que perciba y decida tomar el docente); los alumnos, cuánto los conoce el docente (la importancia que tenga este conocimiento en la planificación y en su clase); las condiciones institucionales, el proyecto institucional (el que perciba el docente); los contenidos a enseñar (la selección que haga el docente) y; los recursos didácticos (de los que disponga el docente). O sea, cada hora de clase está determinada a partir de varios factores, pero siempre hay un espacio, una oportunidad, que tiene cada docente para intervenir, para decir y hacer. En este sentido está claro que incluso la indiferencia de algunos es una respuesta. En definitiva, la clase que ofrezca cada docente a sus alumnos, surgirá de la interrelación de todas estas pequeñas-grandes decisiones. Y su actitud, sus ganas, su motivación genuina, por enseñar, producirán una clase que tendrá un color único, personal.
Una experiencia es auténtica para un alumno si al mismo tiempo refiere a temas relevantes para las diferentes disciplinas, la sociedad y los intereses del chico. Es una vivencia que, a su vez, genera motivación genuina en los alumnos y en el docente. Así, la autenticidad está en lo simultáneo: La escuela es auténtica si lo es para todos los alumnos, si es respetuosa, atiende y aprovecha la diversidad de cada uno, al tiempo que ofrece experiencias significativas para ellos, para la sociedad y para la disciplina. Lo auténtico es honesto, es transparente, es franco. Es simple -no precisamente porque lo sea llevarlo a cabo-, es cercano, es -incluso- real, en contraposición a lo artificial. De esta manera, la relación entre las actividades auténticas y la vida cotidiana es transparente -clara, obvia- y significativa. Dicho en otras palabras, todo lo "cotidiano" (escolar y extraescolar) es insumo para la clase y/o excusa para continuar allí la experimentación iniciada. En definitiva, en una escuela auténtica, las clases no son un "como si", ni están "inspiradas" en la vida: Las actividades son -y son percibidas como- la vida misma. Y que los chicos las perciban o no como auténticas está lejos de ser un detalle menor: si no son auténticas, son artificiales y, por lo tanto, los motivan especulativamente y, si es así, vuelve a comenzar la historia que ya conocemos y que no queremos repetir. Estas experiencias auténticas requieren que el docente: Conozca a cada alumno, sus intereses, sus formas de aprender, etc.; lidere una clase que atienda y aproveche la diversidad de cada alumno; incluya la vida como recurso didáctico.
Para llevar a cabo una clase es necesario usar recursos didácticos. En la "era de la información", de la imagen, de los multimedia, de Internet, la sola mención de la necesidad de usar recursos didácticos genera en algunas personas la sensación de obviedad y en otras, la de snobismo. Sin embargo, es una necesidad. Por lo menos, si surge de un docente preocupado por brindar oportunidades equivalentes y democráticas a 20, 30 ó 40 personas diferentes, que aprenden de manera distinta, que no saben lo mismo y a los que les interesan temas diferentes. En ese contexto, la única manera de atender a la diversidad es "ayudarnos" con diferentes recursos que permitan a los alumnos realizar tareas a su propio ritmo, con lenguajes diferentes, con temas distintos, etc. Por otra parte, necesitamos recursos para que los mismos chicos puedan tomar decisiones respecto de su proceso de aprendizaje, sin pedir permiso ni aprobación por cada pequeño paso que den en su camino. Hay algunos recursos didácticos muy potentes, que todos tenemos al alcance de nuestra mano: La responsabilidad y el compromiso de los chicos, los mismos alumnos pueden ser recursos para su aprendizaje si están involucrados y tienen oportunidades para ser responsables de su proceso de aprendizaje (si se conocen a sí mismos y pueden decidir sobre qué y cómo les conviene aprender), y si reconocen los vínculos existentes entre la actividad que realizan en la escuela y su propia vida; "lo cotidiano", todo lo que los chicos viven, hacen y sienten dentro y fuera de la escuela; nuestros colegas, especialmente los maestros "especiales"; el legajo escolar. Prácticamente ninguno de los anteriores se incluiría entre los tipos de recursos didácticos convencionales. Pero si llamamos recurso didáctico a todo aquello a lo que pueda reconocérsele utilidad como herramienta para la enseñanza y para el aprendizaje en nuestra clase y que, además, se pueda utilizar cuando lo necesitamos, sí, todos y cada uno de los mencionados anteriormente lo son, y de gran potencial. Cada docente en cada escuela dispondrá, además, de todos los otros materiales que pueda conseguir (libros, láminas, computadoras, juegos, paredes, internet, etc.). Sin embargo, aprovechar aquellos que están en todas las escuelas le permitirá conocer más y en menos tiempo a cada alumno, tomar mejores decisiones y motivar genuinamente a cada uno.

La escuela tiene una larga tradición: segregar todo lo que no sea contenido "escolar", o sea, todo lo que no sea "científico, neutral, etc.". Allí vienen quedando los saberes y vivencias que no llegaban –no calificaban- al status necesario para ser incorporados a la enseñanza. Desde esta tradición se pretende usar el tiempo de escuela para "transmitir" contenidos distintos, nuevos, valiosos y desconectados de la realidad de los alumnos. Lo "otro" es pérdida de tiempo, distracción, etc. Y es eso exactamente lo que se fue logrando: muchos aprendizajes escolares son percibidos como de poco valor. Y, como una paradoja, hoy lo valioso está afuera de la escuela y lo de "adentro" es percibido como artificial. Es más: decir que una actividad, un producto, un informe, etc. es muy "escolar", generalmente significa que es irrelevante o que no es profesional. Uno de los objetivos de la escuela es enseñar a pensar. Quien aprende a pensar aprende a establecer relaciones. Sin embargo, el alumno no aprende si no puede vincular lo enseñado con su propia experiencia. Pero estas relaciones no están dadas, no se enseñan sino que se descubren, se construyen, se inventan. Así, incluir "lo cotidiano" significa abrir oportunidades para los aspectos más creativos del pensar, es poner los distintos elementos al alcance de los alumnos –los contenidos disciplinares y los cotidianos- para que los chicos creen relaciones. Brindar herramientas a los chicos para que vivan en una sociedad como la nuestra -o como la que hoy podemos imaginar que será la de ellos- significa, entre otras cosas, que aprendan a analizar críticamente la información que les llega, a valorarla, a identificar las faltas e inexactitudes, y a saber cómo suplirlas. Y este aprendizaje se realiza, justamente, aprovechando en la escuela las distintas oportunidades que nos brinda "lo cotidiano".

La Escuela Moderna Francesa Guía práctica para la organización material, técnica y pedagógica de la escuela popular

Se impone una readaptación de nuestra escuela pública para poner al servicio de los niños una educación que responda a las necesidades individuales, sociales, intelectuales, técnicas y morales de la vida del pueblo en estos tiempos, en un mundo que esperamos pronto sea el del socialismo triunfante.
Para la mayoría de los padres, en efecto, lo que importa no es la formación, el profundo enriquecimiento de la personalidad de sus hijos, sino la suficiente instrucción que permita afrontar los exámenes, ocupar las plazas envidiadas, entrar en una escuela determinada o poner el pie en cierta administración. Sin duda se trata de consideraciones humanas cuya debilidad no incumbe sólo a los padres, puesto que es la consecuencia de una concepción demasiado directamente utilitaria de la cultura, de la creencia en la única virtud de la adquisición formal. Por otro lado, la sociedad no es ni más comprensiva ni más generosa. Con demasiada frecuencia, está dominada por la preocupación política de durar, sin tener ocasión para pensar en lo que ocurrirá dentro de diez o veinte años. Lo que le obsesiona es el inmediato mañana. Pide a la escuela que prepare al niño sólo para este mañana inmediato, para los objetivos inmediatos que impone. El verdadero fin educativo debería ser que el niño desarrolle al máximo su personalidad en el seno de una comunidad racional a la que él mismo sirve y que le sirve. Cumplirá su destino, elevándose a la dignidad y a la potencia del hombre, que se prepara así a trabajar eficazmente, cuando sea adulto, lejos de mentiras interesadas, para la realización de una sociedad armoniosa y equilibrada. Sabemos que esto sólo es un ideal.
La escuela del mañana se concentrará en el niño como miembro de la comunidad. Las técnicas (manuales e intelectuales) que se deban dominar, las materias de enseñanza, el sistema de adquisición, las modalidades de la educación surgirán de las necesidades esenciales del niño en función de las necesidades de la sociedad a la que pertenezca. Se trata de un verdadero resurgimiento pedagógico, racional, eficaz y humano, que debe permitir al niño acceder a su destino de hombre con la máxima potencia.
Como hoy día no podemos pretender conducir metódica y científicamente a los niños, administrando a cada uno de ellos la educación que le conviene, nos contentaremos con prepararles y ofrecerles un medio ambiente, un material y una técnica que les ayuden en su formación; con preparar los caminos por los que se lanzarán, según sus aptitudes, su gusto y sus necesidades. Ya no daremos más importancia a la materia que se memoriza, ni a los rudimentos de las ciencias que se deben estudiar, sino: A la salud y al ánimo vital del individuo, a la persistencia en él de sus facultades creadoras y activas, a la posibilidad (que forma parte de su naturaleza) de seguir siempre hacia adelante para realizarse con un máximo de potencia; a la riqueza del medio educativo y; al material y a las técnicas que, en este medio, permitirán la educación natural, viva y completa que defendemos.
La escuela de mañana será la escuela del trabajo. El trabajo será el gran principio, motor y filosofía de la pedagogía popular, la actividad a partir de la cual se desarrollarán todas las adquisiciones. En la sociedad del trabajo, la escuela regenerada y encauzada de este modo se integrará perfectamente al proceso general de la vida ambiental, constituyendo una rueda del gran mecanismo del cual hoy se ve apartada demasiado arbitrariamente.

La escuela del pueblo no podría existir sin la sociedad popular. La experiencia nos muestra que, salvo algunas raras excepciones, la escuela no se halla jamás a la vanguardia del progreso social. Puede estarlo en teoría (lo cual no es nunca suficiente), pero en la práctica su florecimiento está demasiado condicionado directamente por el medio familiar, social y político, como para que jamás se la haya visto desprenderse de todo ello para lograr una hipotética liberación autónoma. Por el contrario, la escuela va siempre a la zaga de las conquistas sociales con un retraso más o menos lamentable. Nosotros debemos reducir este retraso y esto constituirá ya una apreciable victoria. Si el pueblo accede al poder, tendrá su escuela y su pedagogía. Este acceso ya ha comenzado. No esperemos más para adaptar nuestra educación al mundo nuevo que va a nacer.

Una pedagogía moderna de sentido común Los dichos de Mateo

Con su peculiar forma de abrir la pedagogía a la vida, Freinet utiliza las anécdotas para aclarar de una manera variada, viva y, a menudo, inesperada, una meditación pedagógica en la que sería injusto y ridículo considerar únicamente "el sentido común".
La escuela se ríe de la humilde experiencia de los pastores. Tiene sus imponentes caminos seculares que escritores, sabios, administradores eminentes han considerado los caminos de verdad: ¡No a la debilidad afectiva! ¡Mantened la ley! Acostumbrad a vuestros alumnos a obedecer, incluso y sobre todo si la orden dada contraría sus tendencias y sus deseos. Es así como se forman las personalidades fuertes y las almas bien templadas.
La verdad es que nuestros maestros y sus servidores jamás han tenido interés en que descubramos las claras leyes de la vida. Viven de la oscuridad y el error y siempre realizamos nuestra cultura a pesar de ellos y contra ellos. No es el autor quien debe decirnos cómo podemos descubrir y enseñar esas leyes naturales y universales que os abrirán muy deprisa y definitivamente las leyes del conocimiento y de la humanidad. Lo que el autor sabe es que existen y que los que las poseen tienen siempre ese mismo aire de sabiduría y de seguridad, de sosiego y de sencillez, también de generosidad, que podéis leer en la frente de los viejos pastores, en las manos intuitivas de los curanderos, en los profundos ojos del sabio, en las decisiones y acciones de los militantes abnegados, en las palabras de los sabios y en la confianza asombrosa de los niños en el lindero de la vida.

La educación no es una fórmula de escuela sino una obra de vida. Si un día los hombres supieran razonar sobre la formación de sus hijos como hace el buen campesino sobre la riqueza de su huerto, dejarían de seguir a los escoliastas (eruditos) que producen en sus antros frutos envenenados, a causa de los cuales mueren inmediatamente los que los han producido anormalmente y los obligados a morderlos. Restablecerían con intrepidez el ciclo verdadero de la educación que es: elección del grano, cuidado particular del medio en que el individuo hundirá para siempre sus poderosas raíces, asimilación por el arbusto de la riqueza de este medio. El cultivo humano sería entonces una flor espléndida, promesa segura del fruto poderoso que madurará mañana.

jueves, 5 de diciembre de 2013

Formación semipresencial apoyada en la red (Blended Learning) Diseño de acciones para el aprendizaje

Yo estoy de acuerdo con el prologuista del libro de que no se puede poner en duda que, en el siglo XXI, una de las estrategias de formación que será más utilizada es el aprendizaje en Red, tanto en su modalidad completamente a distancia, o eLearning, como en la combinación con el aprendizaje presencial, bLearning. Claro ejemplo de esto es, por una parte, el considerable esfuerzo que, tanto las Universidades públicas como privadas, están realizando para incorporar esta modalidad formativa a sus estructuras organizativas, fundando vicerrectorados con denominaciones de nuevas tecnologías, estableciendo planes específicos para su puesta en acción, o creando instituciones que ayuden al profesorado en dicho proceso; y, por otra parte, a través del aumento de publicaciones, congresos y eventos realizados sobre la materia. Ahora bien, algunas de las acciones que se han realizado, han fracasado abiertamente, y sólo han servido, como tantas veces con la tecnología, para repetir esquemas o seguir haciendo lo mismo, pero con nuevas herramientas. En un estudio realizado por el prologuista, donde revisa los resultados de investigaciones que sobre el eLearning se habían llevado a cabo, se pone de manifiesto, por una parte, el poco volumen de los estudios realizados que se habían centrado en esta problemática, y por otro, la falta de resultados sobre su impacto en el aprendizaje. Desde el punto de vista del prologuista, entre las múltiples causas de la diferencia entre los esfuerzos realizados y los resultados obtenidos, dos grandes hechos podrían explicarlo: Uno "el efecto martillo", y dos, la falta de contemplación de sus "variables críticas". Con el primero, alude al hecho que siempre ha ocurrido en la tecnología educativa -y más aun en los tiempos que corren-, donde después de habérsenos criticado como "ferreteros" a los que siempre nos hemos dedicado a esta parcela de la Didáctica, ahora todos quieren entrar a formar parte del club como "grandes especialistas", y es que, si a un niño le damos un martillo, entenderá que todo lo que hay en el mundo es para ser golpeado; por similitud, parece que, si a un profesor le damos la Red, entenderá que toda la formación debe hacerse con esta herramienta, sin darse cuenta, por una parte, que el sentido que tiene la utilización de una tecnología de la información y comunicación, está en que pueda resolver un problema de comunicación entre las personas que interactúan en el acto sémico-didáctico de la enseñanza; y por otra, que su eficacia no vendrá de la herramienta, sino de cómo la incorpora al proceso de enseñanza y aprendizaje. Y con el segundo, cuando se refiere a la necesidad de contemplación de sus variables críticas, hace referencia a que, no debemos ver la herramienta de forma aislada, sino en interacción con otras variables de la enseñanza: contenidos, objetivos, modelos de evaluación, competencias tecnológicas, e-actividades, herramientas de comunicación.
Yo estoy de acuerdo con la autora del libro de que es indiscutible que la formación soportada en la Red es, en la actualidad, una de las modalidades de enseñanza-aprendizaje con mayor prospectiva, tanto desde el ámbito educativo, como desde el empresarial, más aún si nos centramos en contextos universitarios, así como en la formación continua de los trabajadores, donde ha proliferado una modalidad de formación que cubre, en gran medida, las necesidades formativas de nuestros destinatarios y que, además, recoge las ventajas de otras modalidades formativas, sin asumir los riesgos que estos comenzaban a plantear. Nos estamos refiriendo a la Formación Semipresencial o también denominado Blended Learning. Desde la perspectiva de los educadores hemos comprobado que, como ocurre en la mayoría de las ocasiones con el binomio educación-tecnología, se nos ha presentado un gran desafío para nuestra práctica docente, y es que, casi sin quererlo, las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) han penetrado en nuestro sistema educativo y empresarial reclamándonos, con urgencia, una capacitación tecnológica y didáctico-curricular necesarias para dar respuesta a las demandas de la sociedad actual en la que vivimos. En este sentido, es el profesor o formador responsable, entre otros agentes, de que la incorporación de estas tecnologías en los procesos formativos, independientemente del contexto, sea productiva y se realice de manera exitosa.
Los procesos de formación, bien sean en contextos formales, como no formales e informales, han sufrido durante los últimos años una transformación que no habíamos conocido durante décadas, más bien podríamos afirmar, siglos, y que podemos sintetizar en un elemento concreto: La incorporación de las Tecnologías de la Información y Comunicación (TICs). Un proceso de cambio que afecta a los niveles de secundaria y universitarios, a niveles empresariales, así como, cada vez más, a niveles de infantil y primaria.
Asimismo, si queremos comprender esta nueva modalidad formativa en su totalidad, será necesario hacer referencia a uno de sus pilares básicos: el eLearning, que trata de una enseñanza a través de la red que, para muchos, ha sido considerada como la segunda revolución educativa, aunque quizás con unos cambios que no pueden ser equiparables en otros ámbitos. Se entiende el eLearning como el punto de partida y referencia de una modalidad de formación que integra la red como recurso para acercar la formación a los usuarios destinatarios y, además, mantendremos la etiqueta en inglés, pues consideramos que es un concepto generalmente compartido en el ámbito educativo.

Es cierto que no está del todo demostrado que el concepto bLearning sea un modelo nuevo, como muchos autores apuntan, sino que posiblemente, uno de los primeros motivos en su aparición estuvo condicionado por el fracaso de muchas organizaciones educativas y empresariales tras la incorporación de modelos de formación totalmente online. Seguramente ya habíamos oído ya hablar, con anterioridad, de modelos semipresenciales de formación, e igualmente imaginarán que distan inconmensurablemente de lo que ahora entendemos por modelos híbridos. Partiremos de que el bLearning es simple y complejo al mismo tiempo. Simple, porque se constituye básicamente como la combinación y/o integración de las experiencias del aprendizaje presencial con las experiencias del aprendizaje online; pero, al mismo tiempo, resulta complejo si tenemos en cuenta que proporciona multitud de posibilidades de implementación a través de un diseño virtual y presencial, y la variedad de contextos en los que puede ser aplicado. Sobre la diversidad de denominaciones que hacen alusión al concepto, en la mayoría de las ocasiones estas se encuentran caracterizadas por los autores o los contextos educativos en los que se ha utilizado. Así, pues, el bLearning es fruto de la evolución del eLearning, y no del fracaso de este último, ya que resulta evidente que no ha fracasado, sino que, más bien, las expectativas iniciales resultaron demasiado altas. Este hecho, que va fraguándose durante varios años, es el elemento condicionante para que comiencen a surgir nuevas propuestas que ofrezcan respuesta a las demandas que todavía no habían sido cubiertas bajo las modalidades completamente online. Una modalidad de aprendizaje, en la que podemos vislumbrar algunos de sus componentes básicos, es decir: convergencia entre lo presencial y lo virtual, combinación de espacios (clases tradicionales y virtuales), tiempos (presenciales y no presenciales), recursos (analógicos y digitales), donde los protagonistas modifican sus roles en los procesos de enseñanza-aprendizaje, y donde los cambios también afectan, de manera ineludible, a los modelos organizativos. Del mismo modo, así como el término fue haciéndose popular, comenzaron a proliferar cada vez más las combinaciones referidas al bLearning: por ejemplo, combinaciones en la variedad de tecnologías, en la diversidad de metodologías, en las experiencias de aprendizaje, o diversidad en la localización de los eventos del aprendizaje. Pero, no podemos olvidar que, las investigaciones más recientes realizadas tanto en contextos universitarios como en contextos empresariales, demuestran que la modalidad semipresencial es más efectiva, los estudiantes aprenden más, y disfrutan más que si lo hacen exclusivamente con la enseñanza online o presencial. Por lo tanto, el bLearning combina la eficacia y la eficiencia de la clase presencial con la flexibilidad del eLearning. Desde el aprendizaje completamente online, donde no podremos establecer ningún tipo de componente presencial, y donde se emplean con mucha asiduidad los recursos tecnológicos, hasta un modelo de enseñanza-aprendizaje offline, representado en las clases tradicionales y presenciales, nos encontraremos una modalidad semipresencial como punto intermedio entre ambas posibilidades. Este proceso podríamos matizarlo y estratificarlo en función del mayor o menor empleo que realicemos de las herramientas de comunicación (foro, chat, etc.), así como también refiriéndonos a la amplitud de comunicación textual, auditiva, visual, o audiovisual manejada. Por lo tanto, estaríamos estableciendo una clasificación en función de dos variables: Sincronía/asincronía de la herramienta de comunicación movilizada, y grado de iconicidad de los materiales utilizados.

Cómo se conjuga el verbo

Yo estoy de acuerdo con el autor del libro de que el verbo es tan importante, que sin él no podríamos vivir. La vida requiere verbos. El verbo es importante porque es la acción y también la pasión y el movimiento. Está ahí, como el aire, sin que su presencia se haga evidente, pero sin que su ausencia nos destruya. El verbo es la parte más importante de la expresión de una idea. No solo la más importante, sino, en realidad, la infaltable. Si no hay verbo no hay oración, ya que esta queda sin sentido. Si no hay verbo, no hay idea. Por el contrario, un verbo solo, sin necesidad de ningún otro elemento, puede expresar por sí mismo una idea, aunque generalmente va acompañado de otros elementos, de los cuales se convierte en núcleo del predicado en la oración. Esa dimensión trascendental del verbo en el panorama de la comunicación exige su estudio particular y detenido. Sobre todo si se tiene en cuenta que el verbo en español es el más complejo de sus elementos, pues un solo verbo presenta numerosas variaciones, más de cincuenta, sin contar las compuestas con auxiliares ni las compuestas con pronombres enclíticos. Todas estas formas verbales corresponden a variaciones de persona, número, tiempo y modo. El conjunto de estas variaciones es lo que se llama conjugación del verbo. Cada forma particular se llama inflexión. Según estas inflexiones sigan patrones comunes o excepcionales, los verbos se llaman regulares o irregulares. Además, el verbo tiene también exigencias de su régimen sintáctico, según sea transitivo, intransitivo o pronominal, y exigencias de su a veces peculiar conjugación, según sea regular, irregular o defectivo. Por supuesto, hay ocasiones en que el verbo no está, pero se sobrentiende. Es lo que se llama oración con verbo tácito.