Con enorme frecuencia los individuos tenemos que recurrir a argumentos, a
ideas para ratificar lo dicho y para
sustentar lo afirmado, con el objeto de convencer a quien los está escuchando
de la justeza de sus afirmaciones. Las ideas hay que argumentarlas, de lo
contrario no pasarían de ser opiniones.
Esta es, por tanto, la función principal de los argumentos: darle
sustento a una idea central,
darle soporte. Quien argumenta, sustenta, justifica o apoya una idea; y para hacerlo, deberá
encontrar causas, pruebas o razones que
ratifiquen su idea. Para
pensar en los argumentos hay que tener en mente ideas que le dan fuerza a los enunciados centrales o
macroproposiciones, que ofrezcan razones
o pruebas en apoyo a la idea central que se ha formulado. Los argumentos, por lo tanto justifican,
sustentan y ratifican lo dicho. Debido a
ello podemos afirmar que los argumentos son proposiciones que tienen
como función esencial sustentar
y apoyar lo afirmado en la tesis, para, de esta manera, darle fuerza a las posturas personales, sociales o
institucionales. Así mismo, los
argumentos cumplen con otra función principal: Son esenciales en la vida para poder indagar y
evaluar las distintas opciones con el fin de elegir la mejor de ellas. Es por ello que, como práctica social,
la argumentación implica una
forma específica de interacción ante la presencia de una discrepancia o un conflicto. En este sentido, se
argumenta porque es necesario
resolver la contradicción o la discrepancia. De otro lado, los argumentos son requeridos para convencer
auditorios de la conveniencia o
justeza de una posición o tesis, para producir o acrecentar la adhesión de un auditorio a las
tesis que se presentan a su asentimiento. En la filosofía es Kant quien
distingue entre persuasión y convicción,
indicando que la primera es más subjetiva, emotiva y personal, en tanto en la segunda es mayor el
papel del convencimiento propiamente racional.
En este último sentido, se podría hablar de una finalidad persuasiva y de otra de convencimiento. Según lo
anterior, los argumentos cumplen con tres funciones primordiales: Sustentar (encontrar
causas, pruebas o razones que ratifiquen una idea), convencer auditorios de la conveniencia o justeza de una
posición o tesis con el fin de
ganar adeptos, evaluar (permitir indagar y evaluar las distintas alternativas con el
fin de elegir la mejor). En términos generales, los conocimientos específicos no
requieren argumentarse, sino
simplemente aprenderse e incorporarse; en cambio, las proposiciones y los conceptos sí requieren
argumentos, ya que las proposiciones son
ideas que necesariamente involucran la contradicción y el conflicto. Es muy
importante en la vida de una escuela que
quiera ser contemporánea trabajar por un muy buen nivel en el desarrollo
de la capacidad argumentativa de
sus estudiantes.
El Blog de Robinson Alvarez Ponce
jueves, 12 de diciembre de 2013
Saber hablar
La comunicación
lingüística es el motor de las relaciones interpersonales, sociales, económicas
y profesionales. Sin duda, del buen o mal uso del lenguaje dependen muchos
éxitos o fracasos en todos esos ámbitos. Y actualmente más que nunca, en este
tiempo de la comunicación y del conocimiento globales, favorecido por el
desarrollo científico y tecnológico, los grandes movimientos migratorios, la
internacionalización de las relaciones entre los pueblos y de todas las
organizaciones económicas, profesionales, culturales, educativas, se impone el dominio de la palabra. El saber
hablar siempre se ha entendido como un elemento diferenciador de clases, una
señal de poder socioeconómico, de prestigio sociocultural, de buena educación,
cuando no de tolerancia, como uno de los aspectos fundamentales de eso que
llamamos saber estar y, sobre todo, somos conscientes de que quien sabe hablar
obtiene, además de reconocimiento social, otro tipo de beneficios. Además, ante
la extrema profesionalización del mercado de trabajo, el uso del lenguaje, el
modo de hablar es una vara para medir la profesionalidad del individuo en su
actividad laboral.
Y esta capacitación lingüística ha de ser
también intercultural. El hombre actual ha de integrarse en un
mundo cada vez, nías interdependiente. Las relaciones con otros individuos,
grupos y organizaciones se hacen cada vez más complejas y, en gran medida, la eficiencia en el uso del lenguaje
puede facilitarle dicha integración. Si nos vemos obligados a comunicarnos
globalmente a pesar de la diversidad cultural,
se entenderá la importancia que el conocimiento de dicha diversidad
tiene también para el éxito de la comunicación.
La capacitación o competencia
comunicativa es la base para saber hablar bien en este universo global. Sólo cuando el hombre logra esta
competencia comunicativa es capaz de comunicarse óptimamente. Para hablar bien
se necesita un entrenamiento y un ensayo continuos.
Los recursos retóricos son habilidades de argumentación que se
manifiestan de modo más o menos consciente, en cualquier acto de hablar, ya que todo
discurso hablado o escrito
tiene una intención, se dirige a alguien con un fin que ha de negociarse. La
argumentación y la retórica, por tanto, están presentes en todo discurso. En
todos los casos la función persuasiva
es motor fundamental de quien habla. Así pues, saber hablar es ser cada vez más consciente de la existencia de los
mecanismos y tácticas lingüísticas de persuasión, saber hablar bien es llegar a
adquirir esas habilidades argumentativas y ponerlas en práctica. Saber
hablar es ser capaz de enfrentarse verbal y extraverbalmente no sólo ante un público poco activo;
es también y, sobre todo, saber
preparar y saber ejecutar los
discursos ante cualquier oyente o grupo de oyentes con los que se pretende interactuar. El modo de hablar, el discurso —recuérdese que discurso se entiende aquí de modo amplio como
expresión hablada o escrita— variará
según ese público, según las características del otro, de acuerdo con el grado de participación que
tenga en la interacción y, por
supuesto, según los fines y otros aspectos o circunstancias que iremos notando más adelante. Todos los
hablantes pertenecientes a una
comunidad discursiva, entendida ésta como el conjunto de individuos que practican un género discursivo, por ejemplo, los
docentes en el caso del discurso
académico, los comerciantes en el caso
del mundo económico, etc., saben que existen conductas y estrategias comunes, pero también
que éstas pueden variar según los
alumnos y clientes, el tipo de clases o ventas, los temas o productos, el nivel de enseñanza y el nivel
socioeconómico y cultural de
los alumnos y clientes, su edad, el sexo, el lugar donde se desarrolla la enseñanza o la actividad
comercial, incluida la zona, el barrio, además de las diferencias derivadas del
estilo propio del docente y del
vendedor. Saber hablar no es
sólo llegar a articular sonidos de modo más o menos coherente. Toda persona, sin problemas físicos,
adquiere primero y aprende
después el lenguaje. Adquiere un modo de comunicación primario gracias al contacto con otros individuos de una misma comunidad, llega a
reproducirlo, a hacerse entender y a
entender lo que otros miembros de esa comunidad lingüística expresan. Ahora bien éste es un modo
primigenio, primitivo, si se nos
permite, de comunicarse, de saber hablar. La adquisición ha de ir acompañada de un aprendizaje a través de
la educación del habla. Luego,
el saber comunicarse mejor o peor es proporcional al grado de aprendizaje de técnicas
específicas para hablar en público, para
interactuar con otros, sean éstos conocidos o desconocidos, así como también, no hay que olvidarlo,
al hábito personal de practicar a
menudo la lectura y la escritura. Como
venimos señalando las técnicas para desarrollar correcta y adecuadamente cualquier actividad se aprenden, también la
comunicativa. Ciertamente, así es, saber
hablar es una actividad natural, además de una cualidad intrínseca, esencial y
común al ser humano, pero hacerlo bien requiere de la educación del habla; el
habla se moldea mediante procesos de aprendizaje de técnicas diferentes y sólo a través de éstos se llega a ser un
buen hablante u orador.
Hoy más que nunca saber hablar bien es una necesidad. Poco a poco desde
las universidades se comienzan a potenciar —ya era hora— los cursos de retórica
y oratoria, de mediación lingüística. Hay quien lo ha tenido bastante más
claro, por ejemplo el mundo empresarial.
La vida cotidiana como recurso didáctico Hacia una escuela más auténtica
Enseñar y
aprender son actividades problemáticas. Pasamos muchos años asistiendo a la
escuela, y sabemos, podemos hacer o resolver, mucho menos de lo que parecería
razonable esperar. Por otra parte, existe una sensación de disconformidad
respecto de la escuela, compartida por padres, alumnos, empresarios y docentes,
según vienen mostrando distintas investigaciones realizadas desde mediados de los
80. La mayoría de los chicos entra a la escuela para salir. Por otro lado, sólo
el alumno puede decidir aprender: si no tiene interés, no aprende. Y muchos de
los chicos no están interesados porque perciben que lo que hacen en la escuela
es artificial, que está alejado de su realidad. Así uno de los obstáculos al interés
de los alumnos son las propias actividades escolares, si es que son percibidas
como artificiales, desvinculadas de la realidad.
Enseñar
representa una oportunidad única e irremplazable. La sociedad reserva el tiempo
de escuela para que los chicos tengan "dedicación exclusiva" para
aprender: no tendrán otra situación en la que puedan equivocarse, experimentar y
divertirse mientras construyen sus aprendizajes. Por lo tanto, educar implica
tener la fantasía de una sociedad mejor, y tener la posibilidad de hacer algo
al respecto. No nos referimos a las grandes revoluciones, ni a cambios a nivel
planetario. "Sólo" al hecho de tener la oportunidad de liderar durante
muchas horas por semana -con toda la autoridad que la misma escuela otorga- a
un grupo de chicos ávidos de modelos y de aprendizajes. De esta manera, el
"premio" que nos trae esta perspectiva de la enseñanza se relaciona
primariamente con la pasión -lograr una clase apasionante, tanto para nuestros
alumnos como para nosotros mismos- y, luego, con la satisfacción que brinda una
práctica profesional bien cumplida. Sin embargo, sería ingenuo pensar que para
cambiar alcanza con pensar y formular buenos deseos. Es necesario estar atentos
a las complejidades que implica enseñar y aprender en la escuela, para decidir
dónde y cómo intervenir para modificarlas.
No todo lo que
ocurre en una clase depende del docente, ni mucho menos. Sin embargo, su
actitud y sus decisiones tienen mucho que ver con las características que
finalmente tengan las horas que pase junto a sus alumnos. O sea, la clase que ofrezca
un docente a sus alumnos estará determinada por los cinco factores que detallamos
a continuación y que, lejos de ser independientes, tienen múltiples vinculaciones
entre sí. Sin embargo, influyen -en mayor o menor medida- según la importancia
que le asigne el docente a cada uno (a partir de su historia, sus saberes, sus
preferencias, su personalidad, etc.) tanto en el momento de planificación como
en el aula. Estos cinco factores son:
La sociedad y la cultura en la
que está inserta (la que
perciba y decida tomar el docente);
los alumnos, cuánto los conoce
el docente (la
importancia que tenga este conocimiento en la planificación y en su clase); las condiciones institucionales, el proyecto institucional (el que perciba el docente); los contenidos a enseñar (la selección que haga el docente) y; los recursos didácticos (de los que disponga el docente).
O sea, cada hora de clase está determinada a partir de varios factores,
pero siempre hay un espacio, una oportunidad, que tiene cada docente para
intervenir, para decir y hacer. En este sentido está claro que incluso la
indiferencia de algunos es una respuesta. En definitiva, la clase que ofrezca
cada docente a sus alumnos, surgirá de la interrelación de todas estas pequeñas-grandes
decisiones. Y su actitud, sus ganas, su motivación
genuina, por enseñar, producirán una clase que tendrá un color
único, personal.
Una experiencia
es auténtica para un alumno si
al mismo tiempo refiere a
temas relevantes para las diferentes disciplinas, la sociedad y los intereses
del chico. Es una vivencia que, a su vez, genera motivación genuina en los alumnos y en el docente. Así,
la autenticidad está en lo simultáneo: La escuela es auténtica si lo es para todos
los alumnos, si es respetuosa, atiende y aprovecha la diversidad de cada uno,
al tiempo que ofrece experiencias significativas para ellos, para la sociedad y
para la disciplina. Lo auténtico es honesto, es transparente, es franco. Es
simple -no precisamente porque lo sea llevarlo a cabo-, es cercano, es
-incluso- real, en contraposición a lo artificial. De esta manera, la relación
entre las actividades auténticas y la vida cotidiana es transparente -clara,
obvia- y significativa. Dicho en otras palabras, todo lo "cotidiano" (escolar
y extraescolar) es insumo para la clase y/o excusa para continuar allí la experimentación
iniciada. En definitiva, en una escuela auténtica,
las clases no son un "como si", ni están
"inspiradas" en la vida: Las actividades son -y son percibidas como-
la vida misma. Y que los chicos las perciban o no como auténticas está lejos de ser un detalle menor: si no son
auténticas, son artificiales y, por lo tanto, los motivan especulativamente y, si es así,
vuelve a comenzar la historia que ya conocemos y que no queremos repetir. Estas
experiencias auténticas requieren
que el docente: Conozca a cada alumno, sus intereses, sus formas de aprender,
etc.; lidere una
clase que atienda y aproveche la diversidad de cada alumno; incluya la vida como
recurso didáctico.
Para llevar a
cabo una clase es necesario usar recursos didácticos. En la "era de la información",
de la imagen, de los multimedia, de Internet, la sola mención de la necesidad
de usar recursos didácticos genera en algunas personas la sensación de obviedad
y en otras, la de snobismo. Sin embargo, es una necesidad. Por lo menos, si surge
de un docente preocupado por brindar oportunidades equivalentes y democráticas a
20, 30 ó 40 personas diferentes, que aprenden de manera distinta, que no saben
lo mismo y a los que les interesan temas diferentes. En ese contexto, la única manera
de atender a la diversidad es "ayudarnos" con diferentes recursos que
permitan a los alumnos realizar tareas a su propio ritmo, con lenguajes diferentes,
con temas distintos, etc. Por otra parte, necesitamos recursos para que los mismos
chicos puedan tomar decisiones respecto de su proceso de aprendizaje, sin pedir
permiso ni aprobación por cada pequeño paso que den en su camino. Hay algunos recursos
didácticos muy potentes, que todos tenemos al alcance de nuestra mano: La responsabilidad
y el compromiso de los chicos, los mismos alumnos pueden ser recursos para su aprendizaje
si están involucrados y tienen oportunidades para ser responsables de su
proceso de aprendizaje (si se conocen a sí mismos y pueden decidir sobre qué y
cómo les conviene aprender), y si reconocen los vínculos existentes entre la actividad
que realizan en la escuela y su propia vida; "lo cotidiano", todo lo
que los chicos viven, hacen y sienten dentro y fuera de la escuela; nuestros
colegas, especialmente los maestros "especiales"; el legajo escolar. Prácticamente
ninguno de los anteriores se incluiría entre los tipos de recursos didácticos
convencionales. Pero si llamamos recurso didáctico a todo aquello a lo que
pueda reconocérsele utilidad como herramienta para la enseñanza y para el
aprendizaje en nuestra clase y que, además, se pueda utilizar cuando lo necesitamos,
sí, todos y cada uno de los mencionados anteriormente lo son, y de gran
potencial. Cada docente en cada escuela dispondrá, además, de todos los otros
materiales que pueda conseguir (libros, láminas, computadoras, juegos, paredes,
internet, etc.). Sin embargo, aprovechar aquellos que están en todas las
escuelas le permitirá conocer más y en menos tiempo a cada alumno, tomar
mejores decisiones y motivar genuinamente
a cada uno.
La escuela tiene
una larga tradición: segregar todo lo que no sea contenido "escolar",
o sea, todo lo que no sea "científico, neutral, etc.". Allí vienen quedando
los saberes y vivencias que no llegaban –no calificaban- al status necesario
para ser incorporados a la enseñanza. Desde esta tradición se pretende usar el
tiempo de escuela para "transmitir" contenidos distintos, nuevos,
valiosos y desconectados de la realidad de los alumnos. Lo "otro" es
pérdida de tiempo, distracción, etc. Y es eso exactamente lo que se fue
logrando: muchos aprendizajes escolares son percibidos como de poco valor. Y,
como una paradoja, hoy lo valioso está afuera de la escuela y lo de "adentro"
es percibido como artificial. Es más: decir que una actividad, un producto, un
informe, etc. es muy "escolar", generalmente significa que es
irrelevante o que no es profesional. Uno de los objetivos de la escuela es
enseñar a pensar. Quien aprende a pensar aprende a establecer relaciones. Sin
embargo, el alumno no aprende si no puede vincular lo enseñado con su propia
experiencia. Pero estas relaciones no están dadas, no se enseñan sino que se descubren,
se construyen, se inventan. Así, incluir "lo cotidiano" significa
abrir oportunidades para los aspectos más creativos del pensar, es poner los distintos
elementos al alcance de los alumnos –los contenidos disciplinares y los
cotidianos- para que los chicos creen relaciones. Brindar herramientas a los
chicos para que vivan en una sociedad como la nuestra -o como la que hoy podemos
imaginar que será la de ellos- significa, entre otras cosas, que aprendan a
analizar críticamente la información que les llega, a valorarla, a identificar
las faltas e inexactitudes, y a saber cómo suplirlas. Y este aprendizaje se
realiza, justamente, aprovechando en la
escuela las distintas oportunidades que nos brinda "lo
cotidiano".
La Escuela Moderna Francesa Guía práctica para la organización material, técnica y pedagógica de la escuela popular
Se impone una
readaptación de nuestra escuela pública para poner al servicio de los niños una
educación que responda a las necesidades individuales, sociales, intelectuales,
técnicas y morales de la vida del pueblo en estos tiempos, en un mundo que
esperamos pronto sea el del socialismo triunfante.
Para la mayoría
de los padres, en efecto, lo que importa no es la formación, el profundo enriquecimiento
de la personalidad de sus hijos, sino la suficiente instrucción que permita
afrontar los exámenes, ocupar las plazas envidiadas, entrar en una escuela
determinada o poner el pie en cierta administración. Sin duda se trata de
consideraciones humanas cuya debilidad no incumbe sólo a los padres, puesto que
es la consecuencia de una concepción demasiado directamente utilitaria de la
cultura, de la creencia en la única virtud de la adquisición formal. Por otro
lado, la sociedad no es ni más comprensiva ni más generosa. Con demasiada
frecuencia, está dominada por la preocupación política de durar, sin tener
ocasión para pensar en lo que ocurrirá dentro de diez o veinte años. Lo que le
obsesiona es el inmediato mañana. Pide a la escuela que prepare al niño sólo
para este mañana inmediato, para los objetivos inmediatos que impone. El
verdadero fin educativo debería ser que el
niño desarrolle al máximo su personalidad en el seno de una comunidad racional a la que él mismo
sirve y que le sirve. Cumplirá su destino, elevándose a la dignidad y a
la potencia del hombre, que se prepara así a trabajar eficazmente, cuando sea
adulto, lejos de mentiras interesadas, para la realización de una sociedad
armoniosa y equilibrada. Sabemos que esto sólo es un ideal.
La escuela del
mañana se concentrará en el niño como miembro de la comunidad. Las técnicas
(manuales e intelectuales) que se deban dominar, las materias de enseñanza, el
sistema de adquisición, las modalidades de la educación surgirán de las
necesidades esenciales del niño en función de las necesidades de la sociedad a
la que pertenezca. Se trata de un verdadero resurgimiento pedagógico, racional,
eficaz y humano, que debe permitir al niño acceder a su destino de hombre con
la máxima potencia.
Como hoy día no podemos
pretender conducir metódica y científicamente a los niños, administrando a cada
uno de ellos la educación que le conviene, nos contentaremos con prepararles y
ofrecerles un medio ambiente, un material y una técnica que les ayuden en su
formación; con preparar los caminos por los que se lanzarán, según sus aptitudes,
su gusto y sus necesidades. Ya no daremos más importancia a la materia que se
memoriza, ni a los rudimentos de las ciencias que se deben estudiar, sino: A la
salud y al ánimo vital del individuo, a la persistencia en él de sus facultades
creadoras y activas, a la posibilidad (que forma parte de su naturaleza) de
seguir siempre hacia adelante para realizarse con un máximo de potencia; a la
riqueza del medio educativo y; al material y a las técnicas que, en este medio,
permitirán la educación natural, viva y completa que defendemos.
La escuela de mañana será la escuela del trabajo. El trabajo será el gran principio, motor y filosofía de la pedagogía
popular, la actividad a partir de la cual se desarrollarán todas las
adquisiciones. En
la sociedad del trabajo, la escuela regenerada y encauzada de este modo se
integrará perfectamente al proceso general de la vida ambiental, constituyendo
una rueda del gran mecanismo del cual hoy se ve apartada demasiado
arbitrariamente.
La escuela del pueblo no podría existir sin la sociedad popular. La experiencia
nos muestra que, salvo algunas raras excepciones, la escuela no se halla jamás
a la vanguardia del progreso social. Puede estarlo en teoría (lo cual no es
nunca suficiente), pero en la práctica su florecimiento está demasiado
condicionado directamente por el medio familiar, social y político, como para
que jamás se la haya visto desprenderse de todo ello para lograr una hipotética
liberación autónoma. Por el contrario, la escuela va siempre a la zaga de las
conquistas sociales con un retraso más o menos lamentable. Nosotros debemos
reducir este retraso y esto constituirá ya una apreciable victoria. Si el
pueblo accede al poder, tendrá su escuela y su pedagogía. Este acceso ya ha
comenzado. No esperemos más para adaptar nuestra educación al mundo nuevo que
va a nacer.
Una pedagogía moderna de sentido común Los dichos de Mateo
Con su peculiar
forma de abrir la pedagogía a la vida, Freinet utiliza las anécdotas para
aclarar de una manera variada, viva y, a menudo, inesperada, una meditación
pedagógica en la que sería injusto y ridículo considerar únicamente "el sentido común".
La escuela se
ríe de la humilde experiencia de los pastores. Tiene sus imponentes caminos
seculares que escritores, sabios, administradores eminentes han considerado los
caminos de verdad: ¡No a la debilidad afectiva! ¡Mantened la ley! Acostumbrad a
vuestros alumnos a obedecer, incluso y sobre todo si la orden dada contraría
sus tendencias y sus deseos. Es así como se forman las personalidades fuertes y
las almas bien templadas.
La verdad es que
nuestros maestros y sus servidores jamás han tenido interés en que descubramos
las claras leyes de la vida. Viven de la oscuridad y el error y siempre realizamos
nuestra cultura a pesar de ellos y contra ellos. No es el autor quien debe
decirnos cómo podemos descubrir y enseñar esas leyes naturales y universales
que os abrirán muy deprisa y definitivamente las leyes del conocimiento y de la
humanidad. Lo que el autor sabe es que existen y que los que las poseen tienen
siempre ese mismo aire de sabiduría y de seguridad, de sosiego y de sencillez,
también de generosidad, que podéis leer en la frente de los viejos pastores, en
las manos intuitivas de los curanderos, en los profundos ojos del sabio, en las
decisiones y acciones de los militantes abnegados, en las palabras de los
sabios y en la confianza asombrosa de los niños en el lindero de la vida.
La educación no
es una fórmula de escuela sino una obra de vida. Si un día los hombres supieran
razonar sobre la formación de sus hijos como hace el buen campesino sobre la
riqueza de su huerto, dejarían de seguir a los escoliastas (eruditos) que
producen en sus antros frutos envenenados, a causa de los cuales mueren
inmediatamente los que los han producido anormalmente y los obligados a
morderlos. Restablecerían con intrepidez el ciclo verdadero de la educación que
es: elección del grano, cuidado particular del medio en que el individuo
hundirá para siempre sus poderosas raíces, asimilación por el arbusto de la
riqueza de este medio. El cultivo humano sería entonces una flor espléndida,
promesa segura del fruto poderoso que madurará mañana.
jueves, 5 de diciembre de 2013
Formación semipresencial apoyada en la red (Blended Learning) Diseño de acciones para el aprendizaje
Yo estoy de
acuerdo con el prologuista del libro de que no se puede poner en duda que, en
el siglo XXI, una de las estrategias de formación que será más utilizada es el
aprendizaje en Red, tanto en su modalidad completamente a distancia, o
eLearning, como en la combinación con el aprendizaje presencial, bLearning.
Claro ejemplo de esto es, por una parte, el considerable esfuerzo que, tanto
las Universidades públicas como privadas, están realizando para incorporar esta modalidad formativa a sus
estructuras organizativas, fundando vicerrectorados con denominaciones de
nuevas tecnologías, estableciendo planes específicos para su puesta en acción,
o creando instituciones que ayuden al profesorado en dicho proceso; y, por otra
parte, a través del aumento de publicaciones, congresos y eventos realizados sobre
la materia. Ahora bien, algunas de las acciones que se han realizado, han
fracasado abiertamente, y sólo han servido, como tantas veces con la
tecnología, para repetir esquemas o seguir haciendo lo mismo, pero con nuevas
herramientas. En un estudio realizado por el prologuista, donde revisa los
resultados de investigaciones que sobre el eLearning se habían llevado a cabo,
se pone de manifiesto, por una parte, el poco volumen de los estudios
realizados que se habían centrado en esta problemática, y por otro, la falta de
resultados sobre su impacto en el aprendizaje. Desde el punto de vista del
prologuista, entre las múltiples causas de la diferencia entre los esfuerzos
realizados y los resultados obtenidos, dos grandes hechos podrían explicarlo:
Uno "el efecto martillo", y dos, la falta de contemplación de sus
"variables críticas". Con el primero, alude al hecho que siempre ha
ocurrido en la tecnología educativa -y más aun en los tiempos que corren-,
donde después de habérsenos criticado como "ferreteros" a los que
siempre nos hemos dedicado a esta parcela de la Didáctica, ahora todos quieren
entrar a formar parte del club como "grandes especialistas", y es
que, si a un niño le damos un martillo, entenderá que todo lo que hay en el
mundo es para ser golpeado; por similitud, parece que, si a un profesor le
damos la Red, entenderá que toda la formación debe hacerse con esta
herramienta, sin darse cuenta, por una parte, que el sentido que tiene la
utilización de una tecnología de la información y comunicación, está en que
pueda resolver un problema de comunicación entre las personas que interactúan en
el acto sémico-didáctico de la enseñanza; y por otra, que su eficacia no vendrá
de la herramienta, sino de cómo la incorpora al proceso de enseñanza y
aprendizaje. Y con el segundo, cuando se refiere a la necesidad de
contemplación de sus variables críticas, hace referencia a que, no debemos ver
la herramienta de forma aislada, sino en interacción con otras variables de la
enseñanza: contenidos, objetivos, modelos de evaluación, competencias
tecnológicas, e-actividades, herramientas de comunicación.
Yo estoy de
acuerdo con la autora del libro de que es indiscutible que la formación
soportada en la Red es, en la actualidad, una de las modalidades de
enseñanza-aprendizaje con mayor prospectiva, tanto desde el ámbito educativo,
como desde el empresarial, más aún si nos centramos en contextos
universitarios, así como en la formación continua de los trabajadores, donde ha
proliferado una modalidad de formación que cubre, en gran medida, las
necesidades formativas de nuestros destinatarios y que, además, recoge las
ventajas de otras modalidades formativas, sin asumir los riesgos que estos
comenzaban a plantear. Nos estamos refiriendo a la Formación Semipresencial o
también denominado Blended Learning.
Desde la perspectiva de los educadores hemos comprobado que, como ocurre en la
mayoría de las ocasiones con el binomio educación-tecnología, se nos ha
presentado un gran desafío para nuestra práctica docente, y es que, casi sin
quererlo, las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) han
penetrado en nuestro sistema educativo y empresarial reclamándonos, con
urgencia, una capacitación tecnológica y didáctico-curricular necesarias para
dar respuesta a las demandas de la sociedad actual en la que vivimos. En este
sentido, es el profesor o formador responsable, entre otros agentes, de que la
incorporación de estas tecnologías en los procesos formativos,
independientemente del contexto, sea productiva y se realice de manera exitosa.
Los procesos de
formación, bien sean en contextos formales, como no formales e informales, han
sufrido durante los últimos años una transformación que no habíamos conocido
durante décadas, más bien podríamos afirmar, siglos, y que podemos sintetizar
en un elemento concreto: La incorporación de las Tecnologías de la Información
y Comunicación (TICs). Un proceso de cambio que afecta a los niveles de
secundaria y universitarios, a niveles empresariales, así como, cada vez más, a
niveles de infantil y primaria.
Asimismo, si
queremos comprender esta nueva modalidad formativa en su totalidad, será
necesario hacer referencia a uno de sus pilares básicos: el eLearning, que trata
de una enseñanza a través de la red que, para muchos, ha sido considerada como
la segunda revolución educativa, aunque quizás con unos cambios que no pueden
ser equiparables en otros ámbitos. Se entiende el eLearning como el punto de
partida y referencia de una modalidad de formación que integra la red como recurso
para acercar la formación a los usuarios destinatarios y, además, mantendremos
la etiqueta en inglés, pues consideramos que es un concepto generalmente
compartido en el ámbito educativo.
Es cierto que no
está del todo demostrado que el concepto bLearning sea un modelo nuevo, como
muchos autores apuntan, sino que posiblemente, uno de los primeros motivos en
su aparición estuvo condicionado por el fracaso de muchas organizaciones educativas
y empresariales tras la incorporación de modelos de formación totalmente
online. Seguramente ya habíamos oído ya hablar, con anterioridad, de modelos
semipresenciales de formación, e igualmente imaginarán que distan inconmensurablemente
de lo que ahora entendemos por modelos híbridos. Partiremos de que el bLearning
es simple y complejo al mismo tiempo. Simple, porque se constituye básicamente
como la combinación y/o integración de las experiencias del aprendizaje presencial
con las experiencias del aprendizaje online; pero, al mismo tiempo, resulta
complejo si tenemos en cuenta que proporciona multitud de posibilidades de implementación
a través de un diseño virtual y presencial, y la variedad de contextos en los
que puede ser aplicado. Sobre la diversidad de denominaciones que hacen alusión
al concepto, en la mayoría de las ocasiones estas se encuentran caracterizadas por
los autores o los contextos educativos en los que se ha utilizado. Así, pues,
el bLearning es fruto de la evolución del eLearning, y no del fracaso de este
último, ya que resulta evidente que no ha fracasado, sino que, más bien, las
expectativas iniciales resultaron demasiado altas. Este hecho, que va
fraguándose durante varios años, es el elemento condicionante para que
comiencen a surgir nuevas propuestas que ofrezcan respuesta a las demandas que
todavía no habían sido cubiertas bajo las modalidades completamente online. Una
modalidad de aprendizaje, en la que podemos vislumbrar algunos de sus
componentes básicos, es decir: convergencia entre lo presencial y lo virtual,
combinación de espacios (clases tradicionales y virtuales), tiempos
(presenciales y no presenciales), recursos (analógicos y digitales), donde los
protagonistas modifican sus roles en los procesos de enseñanza-aprendizaje, y
donde los cambios también afectan, de manera ineludible, a los modelos
organizativos. Del mismo modo, así como el término fue haciéndose popular,
comenzaron a proliferar cada vez más las combinaciones referidas al bLearning:
por ejemplo, combinaciones en la variedad de tecnologías, en la diversidad de
metodologías, en las experiencias de aprendizaje, o diversidad en la
localización de los eventos del aprendizaje. Pero, no podemos olvidar que, las
investigaciones más recientes realizadas tanto en contextos universitarios como
en contextos empresariales, demuestran que la modalidad semipresencial es más
efectiva, los estudiantes aprenden más, y disfrutan más que si lo hacen
exclusivamente con la enseñanza online o presencial. Por lo tanto, el bLearning
combina la eficacia y la eficiencia de la clase presencial con la flexibilidad
del eLearning. Desde el aprendizaje completamente online, donde no podremos establecer
ningún tipo de componente presencial, y donde se emplean con mucha asiduidad
los recursos tecnológicos, hasta un modelo de enseñanza-aprendizaje offline,
representado en las clases tradicionales y presenciales, nos encontraremos una
modalidad semipresencial como punto intermedio entre ambas posibilidades. Este
proceso podríamos matizarlo y estratificarlo en función del mayor o menor
empleo que realicemos de las herramientas de comunicación (foro, chat, etc.),
así como también refiriéndonos a la amplitud de comunicación textual, auditiva,
visual, o audiovisual manejada. Por lo tanto, estaríamos estableciendo una
clasificación en función de dos variables: Sincronía/asincronía de la herramienta
de comunicación movilizada, y grado de iconicidad de los materiales utilizados.
Cómo se conjuga el verbo
Yo estoy de
acuerdo con el autor del libro de que el verbo es tan importante, que sin él no podríamos
vivir. La vida requiere verbos. El verbo es importante porque es la acción y
también la pasión y el movimiento. Está ahí, como el aire, sin que su presencia
se haga evidente, pero sin que su ausencia nos destruya. El verbo es la parte
más importante de la expresión de una idea. No solo la más importante, sino, en
realidad, la infaltable. Si no hay verbo no hay oración, ya que esta queda sin sentido.
Si no hay verbo, no hay idea. Por el contrario, un verbo solo, sin necesidad de
ningún otro elemento, puede expresar por sí mismo una idea, aunque generalmente
va acompañado de otros elementos, de los cuales se convierte en núcleo del
predicado en la oración. Esa dimensión trascendental del verbo en el panorama
de la comunicación exige su estudio particular y detenido. Sobre todo si se
tiene en cuenta que el verbo en español es el más complejo de sus elementos,
pues un solo verbo presenta numerosas variaciones, más de cincuenta, sin contar
las compuestas con auxiliares ni las compuestas con pronombres enclíticos. Todas
estas formas verbales corresponden a variaciones de persona, número, tiempo y
modo. El conjunto de estas variaciones es lo que se llama conjugación del
verbo. Cada forma particular se llama inflexión. Según estas inflexiones sigan
patrones comunes o excepcionales, los verbos se llaman regulares o irregulares.
Además, el verbo tiene también exigencias de su régimen sintáctico,
según sea transitivo, intransitivo o pronominal, y exigencias de su a
veces peculiar conjugación, según sea regular, irregular o defectivo. Por
supuesto, hay ocasiones en que el verbo no está, pero se sobrentiende. Es lo
que se llama oración con verbo tácito.
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