Yo estoy de
acuerdo con el autor del libro de que el verbo es tan importante, que sin él no podríamos
vivir. La vida requiere verbos. El verbo es importante porque es la acción y
también la pasión y el movimiento. Está ahí, como el aire, sin que su presencia
se haga evidente, pero sin que su ausencia nos destruya. El verbo es la parte
más importante de la expresión de una idea. No solo la más importante, sino, en
realidad, la infaltable. Si no hay verbo no hay oración, ya que esta queda sin sentido.
Si no hay verbo, no hay idea. Por el contrario, un verbo solo, sin necesidad de
ningún otro elemento, puede expresar por sí mismo una idea, aunque generalmente
va acompañado de otros elementos, de los cuales se convierte en núcleo del
predicado en la oración. Esa dimensión trascendental del verbo en el panorama
de la comunicación exige su estudio particular y detenido. Sobre todo si se
tiene en cuenta que el verbo en español es el más complejo de sus elementos,
pues un solo verbo presenta numerosas variaciones, más de cincuenta, sin contar
las compuestas con auxiliares ni las compuestas con pronombres enclíticos. Todas
estas formas verbales corresponden a variaciones de persona, número, tiempo y
modo. El conjunto de estas variaciones es lo que se llama conjugación del
verbo. Cada forma particular se llama inflexión. Según estas inflexiones sigan
patrones comunes o excepcionales, los verbos se llaman regulares o irregulares.
Además, el verbo tiene también exigencias de su régimen sintáctico,
según sea transitivo, intransitivo o pronominal, y exigencias de su a
veces peculiar conjugación, según sea regular, irregular o defectivo. Por
supuesto, hay ocasiones en que el verbo no está, pero se sobrentiende. Es lo
que se llama oración con verbo tácito.
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