En los resultados del
primer estudio PISA, llevado a cabo en el 2000, Finlandia logró el primer lugar
en lectura, el cuarto lugar en matemática y el tercer lugar en ciencias entre
los 43 países participantes. Finlandia mejoró su posición en PISA 2003, entre
los 41 países participantes, obtuvo el primer lugar en las tres materias
evaluadas en el 2000 y el segundo lugar en resolución de problemas. Finlandia
hizo entonces un estudio atento del asunto y publicó un análisis de sus
resultados en PISA 2003. Se concluye en este estudio que Finlandia es un país
donde las desigualdades consiguen ser corregidas mejor por la educación, es un
país donde las diferencias de capacidad entre los chicos y chicas son las más
bajas y donde los alumnos tienen una valoración muy positiva de ellos mismos
con relación a los aprendizajes.
Las claves de su éxito
es que Finlandia ha puesto en el centro de su sistema al alumno. Parce incluso
que un fino y profundo análisis de las necesidades reales de cada alumno es lo
que está detrás del asombroso éxito del sistema, pacientemente construido en 30
años de reforma. La idea de que un alumno feliz, bien desarrollado, libre de
progresar a su ritmo, adquirirá más fácilmente los conocimientos fundamentales
es la idea que orienta la acción de todos: El Estado, las municipalidades, los
directores de este establecimiento, los profesores, etc. Finlandia respeta profundamente los
conocimientos, pero respeta aún más a los individuos que están en proceso de
adquirirlos y eso es tenido allí por el más elemental pragmatismo: “Cada alumno
es importante”. El alumno se siente en la escuela “como en su casa”. Toda
divergencia entre la escuela y la casa debe ser borrada en la medida de lo posible.
Las otras claves del éxito de Finlandia son: Los ritmos de aprendizaje
adaptados a los niños, la detección precoz de las desventajas y desórdenes del
aprendizaje y uso de las ayudas específicas, un promedio alto de atención a los
alumnos, alumnos activos y comprometidos, una libertad de elección delimitada,
una evaluación motivadora, profesores expertos (con una profesión valorada, una
selección exigente, una formación inicial cuidados, un tiempo moderado de
trabajo pero con una definición amplia del servicio, condiciones materiales
óptimas, una completa libertad pedagógica, profesores expertos asociados a la
universidad, una formación continua claramente determinada), la evaluación como
una palanca del cambio y como una obligación legal y con un sistema en
constante evaluación.
En conclusión, la
calidad de la educación es una consecuencia de múltiples factores externos y
para contradecir una tendencia demasiado vigente entre nosotros: creer que
podemos hallar correctivos al interior del sistema y que con ellos basta. Hay
que hacerlos, pero recordando que son sólo medidas parciales. Si sólo miramos
el sistema educativo no podremos cambiar sus resultados, porque para
conseguirlos tenemos que mejorarnos como sociedad.
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